Hoy se cumplen 3 semanas desde que hice público el #weareatwar original y, con la perspectiva que otorgan la distancia y el tiempo, he decidido hacer una pequeña retrospectiva sobre las reacciones de amor y odio que ha originado.
El #weareatwar no tiene nada que ver con ponerse un pin en el avatar de Twitter. Si no empezamos a colaborar entre nosotros, si no compartimos información, la iniciativa pronto se convertirá en 1 revolución de salón más.
Siempre he sostenido que un blog no deja de ser un canal de comunicación bidireccional donde recibes mucho más de lo que das, pero, una vez más, la gente ha vuelto a sorprenderme. Según iban pasando los días, algunas empresas -como TonkaLabs, Embat o Deiser– y particulares como Iñaki Arrola se sumaron a la iniciativa.
Pablo Jimeno creó un Twibbon con el que muchos decoramos nuestra cuenta de Twitter y, cuando pensaba que ya lo había visto todo, los chicos de Karmacracy crearon un badge específico para la gente que compartiera enlaces que incluyeran los caracteres ‘weareatwar‘:
Sin embargo y a pesar de todo, no puedo evitar sentir que aún estamos muy lejos de ganar la guerra.
La mayoría de la gente no conoce la campaña, algunos no se han sumado porque no quieren significarse o, simplemente, no están de acuerdo, y unos pocos creen que simplemente es una campaña de marketing. Pero, los que más me preocupan, son los que apoyan la campaña, pero no han comprendido o no han querido comprender el mensaje.
Porque #weareatwar no sólo nació como una bandera para luchar contra el derrotismo sino, sobre todo, para unir a la gente que quiere hacer cosas y conseguir que empezaran a colaborar con la mejor arma posible: la información.
Desgraciadamente, y exceptuando algunos comentarios fantásticos en mis artículos sobre plataformas de gamificación o costes de envío para comercio electrónico, apenas me han llegado un par de artículos con nueva información pública y práctica asociada al #weareatwar: el artículo de Guillermo Montoya sobre los costes que conlleva patrocinar un evento internacional y otro de los propios chicos de Karmacracy sobre los datos de tráfico de su web.
El #weareatwar no tiene nada que ver con ponerse un pin en el avatar de Twitter. Si no empezamos a colaborar entre nosotros, si no compartimos información, la iniciativa pronto se convertirá en una revolución de salón más.
Espero que, a partir de ahora, empecemos a ver más gente colaborando y compartiendo su conocimiento -desde como se puede internacionalizar una empresa de Internet hasta cómo es el modelo de negocio de la consultora de bodyshopping en la que trabajan- pero, en cualquier caso y pase lo que pase, seguiremos luchando.
¿Y tú? ¿Quieres unirte a La Resistencia?