Dinero si, pero no a cualquier precio

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Ayer Iñaki Arrola inició en su blog una lista de stoppers que deberían hacer saltar cualquier acuerdo de inversión y pidió que emprendedores e inversores la ampliaran con las distintas atrocidades que hayan visto y sufrido.

He oído historias para no dormir, desde cambios de última hora en el notario hasta torpedear la entrada de nuevos inversores para coaccionar y presionar al emprendedor. Yo no tengo mucha experiencia negociando pactos de socios y acuerdos de inversión. Sólo lo he tenido que hacer una vez y, sinceramente, tuve bastante suerte.

La mayor parte del acuerdo la cerré con el propio Iñaki -que invirtió en Otogami a través del fondo Vitamina K– guiándome, más que por mi abogado, por el propio sentido común. Cuando aparecía alguna discrepancia, en vez de enrocarme en la redacción del contrato, siempre empezaba las conversaciones con la misma pregunta «¿Cuál es el espíritu de este texto?«. Si el objetivo no se correspondía con lo escrito, nunca encontré ningún problema para modificar una cláusula o incluso eliminarla.

Supongo que ahí residió el éxito del acuerdo, en que siempre la sentí como una negociación entre iguales. Queríamos dinero si, pero no a cualquier precio.

En nuestro caso, fue muy fácil trazar la linea roja que no estábamos dispuestos a traspasar. Emprendimos porque queríamos hacer las cosas diferentes. Obtener financiación no tenía ningún sentido si para ello teníamos que sacrificar nuestra libertad y autonomía.

Cada empresa es distinta, cada negociación diferente, pero hay algo en lo que todas se parecen: si no te regalas a ti mismo la posibilidad de decir que no, habrás perdido antes de haber empezado.