Esta semana, tuve la oportunidad de hablar con Vanessa Ramos, responsable de marketing de Masterbranch, sobre como gestionar comunidades de usuarios.
Al igual que Bonillaware, para una empresa con un nicho de mercado tan especifico -los contribuidores y committers de software libre- como Masterbranch, crear una comunidad de usuarios fieles y hacerla crecer, es crucial. Por eso me pareció tan divertido que los dos sacáramos en la conversación, al mismo tiempo, el modelo 90-9-1.
El modelo 90-9-1 sostiene que sólo el 1% de los usuarios de Internet crea contenido, el 9% llega a comentar o modificar ese contenido y una inmensa mayoría del 90% se limita a consumir dicho contenido sin aportar nada.
El termino fue acuñado por los bloggers Ben McConnell y Jackie Huba en 2006, mucho antes del nacimiento de la web 2.0, que supuso un cambio radical al dejar de ver a los usuarios como meros consumidores de contenidos para convertirlos en los creadores mismos de dichos contenidos.
A pesar de la revolución 2.0, sorprendentemente, el modelo 90-9-1 o principio de la desigualdad participativa, sigue manteniendo su vigencia. En Internet, podemos encontrar con facilidad alguno de los principales ejemplos:
- Sólo el 0,16% de los visitantes de YouTube contribuyen con nuevos vídeos
- En Flickr, sólo el 0,2% de los usuarios suben fotos
- El 50% de todas las correcciones de la Wikipedia son creadas por un núcleo formado por el 0,7% de los usuarios
Si asumimos la validez del modelo 90-9-1, deberíamos pensar como podemos utilizarlo.
Brian Magierski, CEO y cofundador de Appconomy, propuso hace un par de semanas un interesante planteamiento:
- Premiar, de una manera u otra, a ese 1% de nuestros usuarios estrella
- Cuidar al 9% de usuarios que enriquecen el contenido
- Incentivar al resto de los usuarios para que participen como los usuarios anteriores
Este no es uno de esos planteamientos teóricos que sólo se pueden aplicar en empresas fuera de nuestra realidad. Falso. Incluso los proyectos más humildes, como este blog, puede usar el modelo 90-9-1.
Prometo, porque puedo prometer y juro sobre la tumba de Rodolfo Langostino que jamás he comprado un enlace, referencia o mención. Pero, aunque parezca increíble, hay gente a la que le gusta las idioteces que escribo. Tanto como para, además de leerla, compartirla.
Como Fran Mosteiro, un figura que retuitea TODOS los enlaces a mis artículos. O el pesao de Dani López, al que a veces cabreo y otras divierto, pero que siempre aporta mucho y bien en los comentarios. Ellos son parte de mi propia elite, mi 1%. Y, desde luego, se han ganado algún detalle. Un libro o una ronda de cervezas.
Si yo me lo puedo permitir ¿No debería poder hacerlo también una empresa con presupuesto para marketing?