Una de las cosas que más sorprenden en el fascinante mundillo del emprendimiento en España es encontrarse recurrentemente con pantagruélicos planes de negocio que prevén la inmediata dominación mundial y la esclavitud de la raza humana.
Parece que, si no preparas un lanzamiento en al menos 27 países y el Imperio Klingon -sobre todo si lo que lanzas es una startup– eres TONTO DE CAPIROTE, un paleto.
A mí, sin embargo, el muro de cemento armado llamado Realidad me ha enseñado que, antes de jugar a ser Napoleón, hay que aprender a ser Curro Jiménez. Hay que tener mucho cuidado con el alcance del lanzamiento de una empresa y sus productos.
Por qué empezar en Leganés pudiendo arrancar en Palo Alto
Seamos sinceros: la nueva empresa española empieza pelada, más preparada para una guerra de guerrillas que para un conflicto termonuclear.
No conozco ni una sola startup española que empiece con un par de personas de marketing para analizar a la competencia, refinar su roadmap en base a las necesidades del mercado, definir las estrategias de comunicación y promoción para conseguir más clientes y, además, un presupuesto decente -¿20.000? ¿30.000? ¿50.000 euros?- para empezar a implementarlas a nivel nacional y, sin embargo, en un salto mortal, ¿quieres hacerlo en más países? Manolete, si no sabes, ¿pa’que te metes?
Lanzar en más países significa aumentar tu trabajo de forma exponencial antes de haber probado siquiera tu producto o servicio. Dando por supuesto que has traducido tu producto, si mantienes un blog corporativo o documentación sobre producto, tendrás que hacerlo en varios idiomas o, al menos, en inglés -idioma en el que la habilidad de los españoles para hablarlo y entenderlo es legendaria– al igual que el SO-POR-TE que proporciones, ya sea por correo electrónico o por teléfono. Y, créeme, te van a escribir o a llamar.
Si creas tecnología, sé GLOBAL. Si lo que proporcionas es un servicio, empieza siendo LOCAL
Si quieres poder dormir tranquilo por las noches, tendrás que empollarte varios sistemas legislativos -la LOPD es un juguete comparada con la normativa alemana de privacidad de datos- y, si en un arranque de locura se te ocurre cobrar a tus clientes, ya puedes prepararte para tener un sistema de cobro y contabilidad que admita distintas divisas y emita facturas con un formato legal en Gdansk u Oslo.
Hoy, Pancorbo. Mañana, Berlín. Pasado, el MUNDO.
¿Quiere decir eso que no podemos exportar? ¿Que no podemos ser Oreos y tenemos que conformarnos con ser Tosta Ricas? No. No solo es bueno, sino hasta casi imprescindible que, ya que montas algo, sea algo que puedas internacionalizar en un futuro, pero eso no quiere decir que lo tengas que hacer desde el primer día.
Para Otogami, por ejemplo, estamos tan preocupados y ocupados en conseguir que las descripciones en castellano -nuestro idioma materno- de los videojuegos sean originales, divertidas y, al mismo tiempo, amigas de Google que ni se nos ocurre plantearnos hacer lo mismo en inglés o alemán antes incluso de lanzar el proyecto y comprobar que tiene una mínima viabilidad o que, por lo menos, funciona.
Y, cuando lo hagamos, habrá que empezar a mover el producto en webs, bloggers y podcasters. ¿Podéis imaginar el trabajo que supone hacer lo mismo, de golpe, en Suecia o Irlanda? ¿Alguien conoce los principales podcasts suecos de videojuegos? Yo, no.
Si algunas de las maquinarias de marketing más poderosas que existen, los grandes estudios de cine, escalan los estrenos de sus películas y hacen contadísimos estrenos a nivel mundial, por algo será. ¿De verdad crees que tú puedes hacerlo mejor con los medios con los que cuentas?
Si tu objetivo es conseguir el 5% del mercado, no parece una mala idea comprobar que puedes conseguirlo en casa, donde te sentirás más a gusto, en tu propio mercado. Aunque ese mercado sea pequeño. Asúmelo y tira para adelante. El mundo te estará esperando mañana.